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Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) proporcionan, en principio, los mismos beneficios a las personas mayores que al resto de la población: acceso a la comunicación, información, ocio, servicios que desde internet facilitan la vida diaria e incluso servicios sociales o sanitarios prestados en el domicilio. Cualquier producto o servicio, independientemente de que su base sea tecnología o no, debe adaptarse a las necesidades y características de los usuarios, y es en este sentido en el que la edad es un factor más que puede (o no) afectar a la forma en que se utilizan o se eligen aquellos existentes en el mercado que se adaptan mejor a nuestras necesidades.

En el uso de la tecnología por los mayores se produce un dilema similar a cuando hablamos de las personas con diversidad funcional: ¿diseño para todos o productos especiales? El diseño para todos va ganando terreno y no cabe duda de que su generalización en el futuro permitirá que una gran parte de productos y servicios sean los mismos para todas las personas, incluyendo a los mayores. Pero la realidad actualmente es que “la norma” es el diseño “no universal” y que además los productos inspirados en este principio, a pesar de todo, pueden no cubrir las necesidades de todos, siendo entonces necesario disponer de productos específicos para determinadas tipologías de usuarios. Por lo tanto, la respuesta al dilema en este momento es ambos: seguir fomentando el diseño para todos y también por la disponibilidad en el mercado a precios asequibles de productos adaptados para las personas con diversidad funcional y personas mayores.

Quizá sea el servicio de teleasistencia el que se identifica más claramente como específico para las personas mayores; si buscamos en internet imágenes de teleasistencia nos aparecen operadores telefónicos (casi todos mujeres), personas mayores con colgante o pulsera de botón de alarma y todo tipo de dispositivos electrónicos para este servicio. Pero si reflexionamos un poco, y nos abstraemos un momento de las consideraciones económicas, sería lógico pensar que los beneficios de seguridad que ofrecen estos servicios se extendieran al resto de la población a medio o
largo plazo, pudiendo considerarse ya entonces como un servicio universal para todos.

Al envejecer nuestras capacidades sensoriales y motoras, antes o después, se ven afectadas. Por ejemplo, las personas mayores tienden a perder su capacidad de detectar sonidos de frecuencias más altas y muchas deben utilizar audífonos. La incidencia y la gravedad de los problemas visuales aumentan con la edad y los cambios en la estructura física del ojo conducen, entre otros efectos, a la pérdida de la agudeza visual (la capacidad de ver los detalles finos), la incapacidad de adaptarse a los cambios de enfoque de corta a larga distancia y una pérdida de velocidad de adaptación a los cambios en los niveles de luz. También se ve afectada la destreza manual, la movilidad, la fuerza y la resistencia. Estos efectos suelen ir acompañados de una disminución de la capacidad del cerebro para procesar la información, causando dificultades para la adquisición, atención y discriminación de la información sensorial. También causa una ralentización general del «comportamiento» (ETSI EG 202 116, 2009).

Las funciones cognitivas tampoco son inmunes al envejecimiento y, entre ellas, la que se conoce popularmente como “pérdida de memoria”, afectación que puede llegar a ser patológica.
El proceso de envejecimiento puede ser patológico y de este modo, las personas mayores pueden comenzar a presentar un deterioro progresivo de alguna de las funciones cognitivas, sin que ello afecte de manera significativa la realización de las actividades cotidianas. Hablaríamos entonces de un estado de transición entre el envejecimiento habitual y la demencia: el deterioro cognitivo leve (en adelante DCL). Las características clínicas (DCL amnésico o de otras funciones cognitivas; mono o multidominio) y su evolución son heterogéneas (Petersen, Smith, Waring, Ivnik, Tangalos, & Kokmen, 1999). Se estima que entre el 3 y el 28% de los mayores de 65 años muestran DCL, de los cuales entre el 11 y el 33% llegarán a desarrollar demencia en 2 años (Manly et al, 2005; Gauthier et al., 2006). Cerca del 50% de los casos de DCL amnésico evolucionarán a enfermedad de Alzheimer, mientras que los demás casos pueden evolucionar a otras demencias, permanecer estable o, incluso, regresar a la normalidad. (Delgado Santos, Pérez-Castilla Álvarez, Sebastián Herranz, & Vigara Cerrato, 2015)

El proceso natural del envejecimiento hace que las personas mayores se vean afectadas por alteraciones que desembocan en diferencias funcionales en progresión con la edad Por otra parte, también hay que tener en cuenta que las personas que están alcanzando los 65 años llevan ya varias décadas conviviendo con las nuevas tecnologías e Internet, por lo que el factor edad empieza a no tener tanta importancia: con cada generación que se incorpora a esta etapa de la vida se va estrechando la brecha digital. El primer “PC” de IBM se comercializó en 1981, década en la que también empezó a utilizarse el correo electrónico, especialmente en los ámbitos académicos y profesionales; el navegador gráfico Mosaic, similar a los que utilizamos actualmente, estuvo disponible en 1993; también en los 90, especialmente al final de la década, empezaron a comercializarse masivamente los teléfonos móviles. Aunque puedan parecer pocos años, suman dos o tres décadas de relación con las “nuevas” tecnologías que ya empiezan a reflejarse en los datos estadísticos.

Lo que es evidente es que el conocimiento en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación son, por un lado, una necesidad si queremos acceder a los servicios que se nos ofrecen desde las empresas y desde la administración pública y, por otro, una oportunidad para aprender nuevas habilidades y mantenernos en contacto con nuestro entorno social. Tal como dijo Kofi Annan en el discurso inaugural de la primera fase de la WSIS (Ginebra, 2003).

Todos conocemos el extraordinario poder de las tecnologías de la información y la comunicación. Del comercio a la telemedicina, de la enseñanza a la protección del medio ambiente, tenemos en nuestras manos, en nuestro escritorio y en el cielo por encima de nosotros la capacidad de mejorar la calidad de vida de miles de millones de personas.
Las tecnologías de la información y la comunicación no son ninguna panacea ni fórmula mágica, pero pueden mejorar la vida de todos los habitantes del planeta. Se dispone de herramientas para llegar a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de instrumentos que harán avanzar la causa de la libertad y la democracia y de los medios necesarios para propagar los conocimientos y facilitar la comprensión mutua.

¿Qué ofrece la tecnología a las personas mayores?

Para abordar la relación de las TIC con las personas mayores vamos a utilizar dos perspectivas: como usuarios activos que las utilizan para hacer tareas de todo tipo, como el resto de la población (ocio, formación, gestión administrativa, etc.), o como usuarios perceptores de servicios de apoyo a su vida diaria, con una necesidad de interacción mínima con la tecnología o incluso sin ninguna interacción. Ambas categorías pueden combinarse y ser utilizadas simultáneamente por el usuario o incluso formar parte la una de la otra, como se verán en el apartado de Teleasistencia avanzada.
Ambas perspectivas de la tecnología juegan a favor del “Envejecimiento Activo”. Como usuarios de las tecnologías, estas proporcionan a los mayores el acceso a la comunicación, la formación o el ocio y, en sí mismas, son motivadoras y con propiedades lúdicas. Como perceptores de servicios apoyados en las TIC, les permiten prolongar su vida en su entorno natural con mayor seguridad, teniendo además un contacto personal con las personas del centro de atención, lo que disminuye la sensación de aislamiento en el caso de las personas mayores que viven solas.

La persona mayor como agente activo de la tecnología

En nuestra sociedad las personas, sean mayores o no, son inevitablemente usuarias de las nuevas tecnologías. Las TIC nos permiten trabajar, formarnos, comunicarnos, comprar o realizar gestiones administrativas. Las personas mayores, por el hecho de tener 65 años o más, no tienen por qué afrontar estas tareas de forma distinta a como lo haría un joven de 20 años, pero a partir de esos años puede ser necesario adaptar las interfaces que nos permiten interactuar con ellas o incluso utilizar tecnologías alternativas a las convencionales, lo que llamamos tecnologías de apoyo.
Las TIC se pueden ver como una amenaza, en cuanto la persona no las conozca en un entorno en que su uso sea generalizado o bien por no tener acceso a ellas por cuestiones socioeconómicas, o como una oportunidad, si se tiene acceso a la formación necesaria y pueden disfrutarse en condiciones de igualdad con el resto de la población. En relación con el acceso al conocimiento, la educación y la capacitación, la ONU plantea (ONU, 2002, pág. 17):

38. Los cambios tecnológicos pueden contribuir a la alienación de las personas de edad carentes de educación o capacitación: un mayor acceso a la educación en la juventud beneficiará a las personas a medida que van envejeciendo, incluso para afrontar los cambios tecnológicos. No obstante, pese a ello, los niveles de analfabetismo siguen siendo elevados en muchas regiones del mundo. La tecnología puede utilizarse para unir a las personas y contribuir de esta forma a reducir la marginación, la soledad y la separación entre las edades. Por consiguiente, habría que adoptar medidas para permitir el acceso, la participación y la adaptación a los cambios tecnológicos de las personas de edad.

39. La capacitación, el reciclaje y la educación son determinantes importantes de la capacidad de un trabajador para cumplir su trabajo y adaptarse a los cambios en el entorno laboral. Los cambios tecnológicos y de organización pueden hacer que los conocimientos de un empleado sean obsoletos y reducir enormemente el valor que se asigna a la experiencia laboral acumulada previamente. Hay que hacer más hincapié en el acceso a las oportunidades de adquirir conocimientos, educación y capacitación de las personas de edad en la fuerza de trabajo. Es frecuente que esas personas experimenten más dificultades para adaptarse a los cambios tecnológicos y de organización que los trabajadores más jóvenes, particularmente cuando se tiene en cuenta el uso cada vez más generalizado de las tecnologías de la información.

¿Qué visión tiene la persona mayor de la tecnología?

Para empezar, no existe un perfil de “persona mayor” que a partir de los 65 años filtre la realidad del mundo desde un punto de vista distinto. Pero sí se tiene una percepción de la tecnología, que además puede ser común a gran parte de la población “no mayor”, por la que se le atribuyen una serie de valores consensuados en ese rango de edad (Fundación Vodafone, 2011, pág. 345):

  • Autonomía, que implica tener un mayor espacio de libertad e independencia personal: “Me permite ser autónomo”.
  • Seguridad, que supone una cuestión clave para las personas mayores: “Me permite estar seguro”.
  • Información, conexión con la realidad, explorar la realidad: “Me permite estar en el mundo”.
  • Comunicación, un valor fundamental en estos nuevos tiempos impregnados por la tecnología: “Me permite estar conectado”

La actitud de las personas mayores hacia las TIC varía desde su rechazo total, escapando a cualquier influencia de estas en su vida, hasta una aceptación total, intentando disfrutar activamente de sus beneficios mediante el uso de los dispositivos y de los servicios que ofrecen, como internet, la mensajería instantánea o las redes sociales. En el estudio Los Mayores ante las TIC: Accesibilidad y Asequibilidad (Fundación Vodafone, 2011, pág. 349) se han identificado cinco tipologías de usuarios, que reproducimos a continuación:

  1. Perfil de rechazo. La persona caracterizada en este grupo manifiesta estar altamente desmotivada hacia el uso de las TIC y articula un discurso crítico hacia el uso de la tecnología, al considerar que incorporar las TIC a su vida cotidiana conlleva asumir un proceso de dependencia, por lo que adopta una actitud de rebeldía hacia esa supuesta pérdida de autonomía. Generar un impulso hacia las TIC conlleva en este colectivo un fuerte esfuerzo, que se inicia asumiendo sus limitaciones.
  2. Perfil de resignación.  Engloba a aquellas personas que aún no han usado las TIC y necesitan un fuerte impulso para intentarlo. Esta actitud se justifica desde la creencia de que las TIC están dirigidas a gente más joven y el convencimiento de que el acceso a las TIC requiere de unas aptitudes que ellos no tienen. Sienten que les han impuesto la tecnología en su contexto familiar y/o social, por razones como el consejo del médico, la presión de hijos o la necesidad de sentirse más seguros, al haber aceptado una situación de soledad y/o de cierta discapacidad física y/o psíquica.
  3. Perfil de obligación. Está compuesto por personas mayores con una motivación básica hacia el uso de las TIC y que articula un discurso de obligación desde la seguridad y la comodidad que les reportan. El teléfono móvil y la teleasistencia son, entre las personas más mayores, las tecnologías que han incorporado más habitualmente a sus vidas.
  4. Perfil utilitarista. Presentan una motivación entre media-alta y alta hacia el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, hacia las que articulan un discurso de utilidad desde las posibilidades de comunicación e información que les confieren. Se consideran usuarios avanzados del móvil, habiendo superado ya las barreras de usabilidad y se manejan de forma básica/media con Internet, un medio con el que no están estrechamente vinculados.
  5. Perfil entusiasta. Corresponde a usuarios avanzados tanto del móvil como de Internet, piensa que las TIC son causa de un doble desarrollo; uno en el plano personal, lo que les permite “estar en el mundo con todas sus posibilidades”, y otro, en un plano general, ya que las TIC son un motor clave del desarrollo mundial actual. Igualmente entienden que su futuro y el de toda la sociedad pasan por la incorporación de las TIC al día a día.
Fuente: Tecnología y personas mayores. CEAPAT – IMSERSO
C/ Los Extremeños 1 (Esquina Avda. Pablo Neruda) 28018 Madrid

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